lunes, 6 de agosto de 2012

Ideología y partidos políticos en la España contemporánea. - Parte 10

En los artículos referentes a este epígrafe se intentará realizar un análisis dirigido al surgimiento y evolución de los partidos políticos en España hasta la configuración actual de los mismos. En este artículo veremos que el nuevo sistema político configurado a través de la monarquía borbónica no satisface a todos. La oposición al mismo se hace cada vez más evidente y la inestabilidad del este solo podrá asegurarse tras un golpe militar que establece una dictadura dentro del sistema monárquico y que se personará en la figura de Miguel Primo de Rivera.

Enlaces relacionados:
- La Restauración borbónica.
- La crisis del bipartidismo y las nuevas clases políticas.


 LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA  

Entre 1913 y 1923 se produce la descomposición del sistema de la Restauración y coincidió con una situación de crisis social europea generalizada, en un ambiente marcado por la Primera Guerra Mundial. En España, los grandes temas políticos del período fueron la descomposición del sistema de partidos dinásticos; la agudización de la problemática del pretorianismo militar; y una situación de crisis social, especialmente en las zonas agrarias de fuerte latifundismo y en Barcelona donde a estos aspectos se unía el debate nacionalista.


Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera (1930)
Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-09411 / CC-BY-SA 3.0

La crisis del sistema político de la Restauración vendrá marcada en buena medida por la desaparición física de los grandes líderes que promovieron y sustentaron el sistema y que convertirá a los grandes partidos del turno, ahora en decadencia, en meras “camarillas” debido a su fragmentación y agrupamiento en torno a distintas “familias” como los datistas, mauristas y ciervistas (que apoyaban a Eduardo Dato, Antonio Maura y Juan de la Cierva, respectivamente); procedentes todos del bando conservador, o los romanistas, garciaprietistas y albistas (que apoyaban al Conde de Romanones, Manuel García Prieto y Santiago Alba); procedentes del liberal.

Este gran puzzle político dificultará la “fabricación” de las elecciones y provocará actos de indisciplina en los partidos y varias crisis de gobierno. De 1917 a 1923, entre gobiernos de concentración y alternancia de liberales y conservadores, muy divididos en personalidades enfrentadas, se formaron 13 gobiernos y hubo 30 crisis ministeriales. La media de duración de los distintos gobiernos fue de apenas seis meses (lo que indica de forma muy reveladora hasta qué punto la situación era inestable).

El problema de los militares y la cuestión marroquí se sumaron a esta desesperante situación política. Si bien el canovismo rechazó la injerencia de los militares en la política, el planteamiento se vino abajo a partir de 1917 cuando en el ejército español se crean las Juntas Militares de Defensa (que en la práctica actuaban como auténticos sindicatos). Las Juntas reclaman mejoras de toda índole para los militares españoles (como los ascensos por antigüedad) y buscan acabar con la discriminación de estos con respecto a los militares norteafricanistas, que ascendían más rápidamente. Esto suponía una vuelta del estamento militar a la vida política y provocaría la caída de García Prieto, incapaz de controlar a los cabecillas de la revuelta militar. Este panorama se cerraría con el llamado Desastre de Annual de 1921.

A esta crisis política, se uniría una creciente inestabilidad social, de la que no es ajena el empuje movilizador de la Revolución Rusa de 1917. La crisis social provenía en buena medida de los hechos acaecidos durante el denominado Trienio Bolchevique (donde entre 1918 y 1921 se produjeron revueltas, manifestaciones y huelgas duramente reprimidas en la mitad sur de España, especialmente en el campo andaluz) y se centraría en Barcelona. En sus calles, llegaron a enfrentarse a tiro limpio dirigentes patronales y sindicales anarquistas. Sin olvidar ciertas oscuras relaciones de la patronal con las autoridades militares y policiales locales.

El rey Alfonso XIII observa a Primo de Rivera entre sus oficiales (1923)
Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-09413 / CC-BY-SA

Este es el contexto en el que el 12 de septiembre de 1923 se produce el golpe de estado de Primo de Rivera, que ha dado lugar a varias interpretaciones. Así, Tussell defiende que el golpe de estado liquidó a un sistema ya viejo y caduco dando salida, por la fuerza, a una situación sin solución de continuidad ya que ni monárquicos ni republicanos aportaban nada novedoso. El socialismo, por su parte, iba “perdiendo fuelle” y el PSOE en 1923 disponía únicamente del 75% de los afiliados con los que contaba en 1917, a causa principalmente del fracaso de las huelgas de 1920-21 y de la división del movimiento obrero como consecuencia de la aparición de los primeros partidos comunistas en la década de los veinte. Por otro lado, Ben Ami es de la opinión de que Primo de Rivera no mató a un viejo sino a un recién nacido, por lo que abortó un proceso que estaba intentando regenerar desde dentro el sistema oficial haciendo dimitir al gobierno liberal.

 EL INTENTO DE PARTIDO ÚNICO  

Miguel Primo de Rivera fue nombrado capitán general de Cataluña en 1922. Conocedor directo de la agitación social en la región, se había manifestado desde allí como partidario de la “mano dura” con el sindicalismo obrero. Los generales que intrigaban para la organización de un golpe contra el gobierno desde Madrid, el denominado “cuadrilátero”, ofrecieron a Primo de Rivera el mando de un movimiento que debía salvar la monarquía y acabar con los políticos profesionales”. Ante esta situación golpista, Alfonso XIII, inoperante tras la consiguiente dimisión de García Prieto, terminó por llamar a Primo de Rivera para formar nuevo gobierno. El día 15, mediante Real Decreto le confería el cargo de “presidente del Directorio Militar encargado de la gobernación del Estado”.

Primo de Rivera y Alfonso XIII junto al Directorio Militar
Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-09412 / CC-BY-SA

Primo de Rivera creaba así un Directorio Militar bajo su presidencia que actuaba como un gobierno conjunto, sin ministerios, formado por generales y un contralmirante. El esquema se completaba mediante la proclamación del estado de guerra, que estuvo vigente desde la tarde del 14 de septiembre de 1923 y hasta el 16 de marzo de 1925 (por lo que formalmente la Constitución de 1876 no fue derogada). Se suspendieron también las garantías constitucionales sobre las detenciones, las libertades de expresión, reunión, asociación, así como la prohibición de la CNT y el PCE. El 15 de septiembre se declararon disueltos el Congreso de Diputados y el Senado.

El Directorio Militar empezará a tomar medidas rápidamente, centrándose en:

  1. El terrorismo en Barcelona.
  2. La guerra marroquí, cuyo problema se intentó solucionar mediante el desembarco en Alhucemas.
  3. Alentar una política de fomento de las obras públicas, para mejorar la economía.
Sus medidas fueron, en general, exitosas pero se apega al poder y, en lugar de retirarse de la dirección del estado como se había previsto, en 1925 diluye el Directorio Militar y crea un gobierno de civiles adictos a su régimen (el llamado Directorio Civil).

Desembarco en Alhucemas (1925) durante la Guerra del Rift
Fuente: Wikimedia Commons

Desde 1924, los sectores ultracatólicos quisieron rentabilizar el apoyo a Primo de Rivera formando grupos de presión llamados “Formaciones de ciudadanos selectos”. Aunque no fueran formados por el dictador, éste verá su creación con buen agrado y a partir de abril de 1924 estableció directrices para estimular la reunión de “hombres de buena voluntad” (como debían ser, sin duda, aquellos que las integraban). Este será el germen de lo que empezó a denominarse como Unión Patriótica a la que podríamos definir como un partido político personalista y gubernamental (se crea desde el poder) y que, por esas mismas características, su suerte estaba unida a la de la dictadura primorriverista. En su ideología parece que tuvo cierto peso la figura del gaditano José María Pemán pero es el propio Primo de Rivera el que marca la línea ideológica del partido: rechazo de los ideales propios de la democracia liberal, desprecio del sistema parlamentario, unicameralismo corporativista, nacionalismo centralista antirregionalista y defensa de la religión católica.  El general definió la Unión Patriótica como “un partido central, monárquico, templado y serenamente democrático” pero como partido tenía como finalidad hacer propaganda de la imagen del dictador y divulgar la ideología del régimen.

Con el apoyo de la Unión Patriótica, la dictadura buscó tres claros objetivos políticos:

1.    Traspasar a manos civiles algunas tareas que desde el golpe militar desempeñaban estos últimos, y con la finalidad de evitar el desgaste.
2.    Encontrar colaboradores civiles para construir la Administración del Estado.
3.    Crear un vehículo de unión y comunicación entre gobierno y sociedad dotando a la dictadura de un movimiento de apoyo ciudadano.

En la práctica, el partido careció de vida propia porque Primo de Rivera no dio demasiada libertad para organizar el partido. En 1926, en la Asamblea Nacional del Partido se aprobaron los estatutos con los órganos de gobierno del mismo. Así encontramos:

  1. Jefe Nacional: el propio Primo de Rivera.
  2. Comité Ejecutivo: constituido por los consejeros del Jefe Nacional.
  3. Asamblea Representativa: una asamblea amplia con representantes de todas las agrupaciones locales.
En realidad todo volvía a ser como antes ya que hasta los asuntos más nimios estaban en manos del dictador. La Unión Patriótica intentó convertirse en un partido de masas recogiendo, fundamentalmente, afiliados de tres grupos distintos:

  1. Del catolicismo político, que constituía el germen del partido.
  2. De la Administración, ya que en la pertenencia al partido los burócratas y el funcionariado encontraban una forma de ascender.
  3. De los antiguos caciques monárquicos, que buscaban una forma de conservar su poder político.
El fallo principal de la Unión Patriótica fue la falta de iniciativa propia por ser, por definición, un partido creado por y para el poder. Con la caída de la dictadura, sus partidarios intentarán continuar bajo el nombre de Unión Monárquica Nacional pero su creciente desprestigio alcanzó su cénit en el fracaso que constituyó las elecciones de 1931.

Esquema sobre la dictadura de Primo de Rivera
Como hemos señalado, en 1925 Primo de Rivera elimina el Directorio Militar y dispone un gobierno civil para perpetuarse en el poder pero lo cierto es que su política le granjea un buen número de enemigos como intelectuales, la oposición política (socialistas y republicanos, sobre todo), compañeros de armas (a los que no tiene en cuenta cuando disuelve el Arma de Artillería), políticos monárquicos o estudiantes; además de tener que sufrir las consecuencias de la crisis de 1929. Cuando todas estas oposiciones actúan coincidiendo en el tiempo se produce un rumor de golpe de estado y al no obtener el apoyo real (como sí ocurrió cuando llevó a cabo el golpe), Primo de Rivera decide abandonar el gobierno. Esta vicisitud obligará al rey a tener que pedirle al general Berenguer que forme un gobierno hasta 1931. Este período es conocido por muchos como la “dictablanda”.

El proyecto del general Dámaso Berenguer fracasa en medio del rechazo tanto de políticos monárquicos como de partidos antimonárquicos acabando con su proyecto de vuelta a la normalidad. Berenguer fue sustituido de su cargo de presidente del gobierno por el almirante Aznar. Éste último se pondría en manos de viejos políticos como el conde de Romanones y decide celebrar elecciones municipales con el propósito luego de convocar otras generales.

La dictadura de Primo de Rivera
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