miércoles, 10 de octubre de 2012

Arabia y los árabes antes del surgimiento del Islam

Esta entrada se centra en la génesis y nacimiento del Islam. El surgimiento de esta religión, cuya vida se ha prolongado hasta nuestros días, no fue espontáneo. Fueron necesarios una serie de condicionantes físicos, económicos, sociológicos y culturales para dar forma a una de las religiones mayoritarias del mundo actual. Estas condiciones y su influencia en la configuración de la religión islámica son el motivo de esta entrada. 

Enlaces relacionados:
- Mahoma, el mensajero de DIos.
- El Islam, la nueva religión.

 LA PENÍNSULA ARÁBIGA Y SUS ASPECTOS FÍSICOS  

Desde su nacimiento y desarrollo, el papel del Islam en Arabia ha sido tan fundamental e influyente que ha cambiado para siempre la configuración de la zona y el concepto que se tiene de la misma. Tal es así que en el lenguaje común son frecuentes las confusiones sobre conceptos tales como “árabes” y “musulmanes”, que pueden ser empleados indistintamente, lo que puede dar lugar a notables errores y confusiones fácilmente explicables. Básicamente, el término “árabe” hace referencia a las poblaciones que habitaban la península arábiga en tiempos de Mahoma, sin tener en cuenta el credo religioso que profesasen. Sin embargo, esos mismos pobladores no vivían confinados en ese territorio y ya desde el siglo VIII a. c. podemos encontrar grupos árabes en regiones del Creciente Fértil y Mesopotamia aunque esta expansión no tuvo la repercusión que tendría tras la predicación de Mahoma.
Alá (Dios) en árabe

La península arábiga es, geográficamente hablando, una zona especial del planeta. Su ubicación entre el Mar Rojo, por el que se comunica con Egipto, el Océano Índico, que la une a oriente, y el Golfo Pérsico, que la separa de Persia refuerzan su carácter de enlace entre Asia y África. Desde tiempos muy remotos fue atravesada por rutas comerciales, pero su carácter desértico contribuyó a su aislamiento y favoreció que los contactos con otros pueblos fuesen fundamentalmente marítimos o a través de la costa. Además, los árabes, como dueños del desierto podían alcanzar con facilidad regiones más ricas desde épocas anteriores a la llegada del Islam.

Como hemos señalado, a pesar de estar rodeada de mar, Arabia es mayoritariamente una zona desértica, aunque las influencias climáticas inciden sobre el desierto atemperándolo, especialmente en la zona del Hiyaz, al oeste, que es una de las zonas habitables de Arabia, y donde se encuentran los más importantes oasis. Pero, en general, el clima es el propio del desierto, por lo que la vida se concentra en los lugares donde hay agua, en los oasis. Por esta razón, existe un déficit agrícola en casi toda la península y, prácticamente, sólo en las tierras meridionales, Yemen y Hadramaut, donde el clima es más templado, se ha producido un cierto desarrollo agrario. Debido a la pobreza de las tierras, los árabes se veían obligados a practicar el nomadismo en una de las áreas más agresivas del planeta. Para viajar de un sitio a otro, el medio tradicional era el camello (gracias a sus excelentes virtudes y adaptación al clima) por lo que era uno de los principales productos de su ganadería nómada, aunque junto con éste, los árabes explotaban a otros animales como las cabras.

La península arábiga, próximo oriente y el norte de África
durante la Edad Media



 LOS POBLADORES DE ARABIA 

Desde principios de nuestra era, Arabia estaba situada entre dos grandes imperios: romanos y bizantinos al oeste y persas en la región oriental. Condiciones que se mantienen cientos años y que aportan cierta estabilidad en las zonas limítrofes a la península.

Dentro de este conjunto de pobladores primitivos de Arabia podemos distinguir dos grupos:

- Los beduinos: Son los habitantes del desierto, árabes pobres y tradicionales que viven en un estado de nomadismo.
- Los yemeníes: Son los árabes ricos y progresistas que se han sedentarizado. Habitantes del sur, estos pueblos dieron lugar a importantes civilizaciones en la Antigüedad como el reino de Saba.

Además, en Arabia se encontraban grupos importantes de judíos que convivían perfectamente con los árabes y se dedicaban a diversas actividades económicas.

Campamento de beduinos al crepúsculo, por Abraham Hermanjat (1893 aprox.)
Fuente: Wikimedia Commons

Para todos los árabes, tanto beduinos como yemeníes, la tribu era la unidad básica de agrupamiento, y ésta estaba formada por individuos que se consideraban descendientes de un antepasado común (ya fuera este hecho una realidad o mera ficción). Las distintas tribus estaban compuestas por clanes dispersos que agrupaban familias extensas cuyos vínculos de parentesco sí eran reales y tangibles. Por regla general, cada familia estaba compuesta por el jefe de la misma, su mujer, sus hijos y sus esclavos. Los clanes nómadas constituían campamentos móviles que trasladaban los rebaños de un lugar a otro. La organización interna de los clanes se sustentaba sobre una sólida estructura patriarcal en la que la mujer desempeñaba un papel subalterno y donde prácticas como la poligamia o la repudiación de esposas eran habituales. El papel del hombre era distinto: la comunidad árabe era una sociedad de hombres libres, e igualitaria en sus orígenes, al existir la propiedad comunal entre los miembros de la tribu. Todas las tribus tenían un jefe o sayid elegido por los hombres de la tribu y que estaba asistido por un consejo de ancianos en el que estaban representados todos los linajes que formaban la tribu. De esta forma, los árabes estaban organizados en tribus independientes de las demás y se agrupaban en clanes, por lo que eran frecuentes los enfrentamientos entre tribus y entre clanes. Los vínculos de solidaridad eran básicos, el individuo de la Arabia preislámica sólo podía sobrevivir dentro de este marco de familia-clan-tribu.

Beduinos: Escena de Lawrence de Arabia (1962)

Para el occidental no especializado, la gran cantidad de nombres árabes e islámicos presentan una gran dificultad al no poderse vincular con nuestro entorno. De forma aclaratoria, podemos decir que el nombre árabe consta de cinco partes:

1.    Ism: es el nombre personal, correspondiente a nuestro nombre de pila y suele tener origen en la tradición religiosa como Sulayman, Yaqub o Harun o bien son puramente árabes como Muhammad (Mahoma), Hamid, Hasan o Umar. También pueden estar compuestos de dos partes (una de las cuales representa un aspecto de la divinidad) como Abd Allah (Esclavo de Dios), Abd al-Rahmán (Esclavo del Misericordioso) o Abd al-Malik (Esclavo del Rey).
2.    Kunya: es un apelativo de tipo respetuoso, generalmente antepuesto al ism. Un  ejemplo típico podría ser Abu Abd Allah, con la que se indica que el individuo es el padre de Abd Allah (este último suele ser su primogénito).
3.  Nasab: indica la filiación del individuo, siempre en línea paterna. Puede equipararse, salvando las distancias, con nuestro apellido. La filiación siempre se establece mediante la palabra ibn (“hijo de…”). La filiación puede alargarse por línea paterna de forma indefinida. Así, Muhammad ibn Abd Allah, “Muhammad hijo de Abd Allah” puede incluir a abuelos, bisabuelos, etc. si la fórmula se repite.
4.    Nisba: expresa la adscripción tribal de una persona o la ciudad o región de la que es originaria. De esta forma, al-Qurayshi implica que el individuo era de la tribu qurayshí y al-Qurtubí que procede de Córdoba.
5.    Laqab: es el sobrenombre, que puede referirse a una peculiaridad física, a un mote o, incluso, a un oficio o cargo. Podemos encontrar de esta forma, a al-Tawil (el largo), al-Katib (el secretario) o al-Mansur (el victorioso)


Ejemplo: Nombre completo de Almanzor
Los árabes no tenían una organización religiosa unitaria ni muy elaborada, y daban culto a una serie de fuerzas de la naturaleza. Los beduinos tenían unas creencias muy simples en espíritus, djinns, que se personificaban en elementos naturales como árboles o piedras a los que daban culto. En el sur, entre los yemeníes, sí existía una mayor organización religiosa, allí se han encontrado rastros de creencias politeístas más elaboradas y la presencia de templos rudimentarios, donde dichos dioses recibían culto. Las influencias judías, zoroastristas o cristianas (incluido corrientes heréticas como el nestorianismo o el monofisismo) eran evidentes en algunas tribus que habían entrado en contacto con dichos cultos.

La forma de vida de sedentarios y nómadas era muy distinta y, por ende, su actividad económica. Los beduinos del desierto eran comerciantes aunque también practicaban el pastoreo (lo que encaja con su condición de nómadas) y también practicaban también el pillaje. Los yemeníes en cambio, además del comercio, practicaban la agricultura y la artesanía (actividades relacionadas con su carácter sedentario). Asimismo, había colonias de judíos en los oasis que se dedicaban a la agricultura, la artesanía y al comercio. Algunos de estos oasis tenían mercados estables, debido a que al oasis concurrían numerosas personas, generalmente por algún motivo de carácter religioso.

Dentro de la tribu, entre los nómadas, no existía la propiedad individual, puesto que los rebaños y los pastos eran explotados conjuntamente, aunque también se daba un tipo de propiedad individual, constituida por esclavos o bienes muebles cuyo origen era frecuentemente el pillaje. La propiedad colectiva irá desapareciendo a medida que se inicie el proceso de sedentarización y aumente la actividad comercial.


 EL HIYAZ Y LA MECA 

Las numerosas rutas comerciales que, bordeando el desierto cruzan Arabia, desembocan en los puertos de la costa y enlazan la península con el mundo exterior. De esta forma, los árabes entran en contacto con influencias extranjeras: persas, egipcias, griegas, romanas o bizantinas, por ejemplo. Debido a su emplazamiento, su papel de intermediarios era decisivo para estas culturas ya que a través de dichas rutas llegaban al Mediterráneo los productos procedentes de oriente. De esta forma, los beduinos se convierten en los intermediarios de este comercio de perfumes, seda, especias o joyas, en el que también participaban algunas tribus judías. El pillaje era muy frecuente, por lo que era habitual que los comerciantes se agruparan en largas caravanas de camellos para defenderse de los asaltantes.

La ciudad de La Meca está localizada estratégicamente en la región del Hiyaz en un oasis situado en un cruce de caminos para las rutas arábigas. Próxima al puerto de Yeda, en el mar Rojo, su posición favorece las relaciones comerciales con tierras lejanas, a la vez que al estar en el centro de Arabia confluyen en ella las rutas caravaneras que atraviesan la península. A través de éstas, La Meca comerciaba con Egipto, Siria, Palestina, Mesopotamia, Persia y el Yemen. Por otro lado, La Meca se convirtió en una ciudad con un cierto carácter sagrado pues es depositaria de una piedra sagrada de origen meteórico (la Piedra Negra), situada en el santuario de la Kaaba, a la que se rendía culto, por lo que este lugar fue pronto objeto de peregrinación, surgiendo en él una feria anual. Según la tradición islámica. la Kaaba como centro de cultos preislámicos llegó a albergar a más de 360 ídolos junto con la Piedra Negra. Estas condiciones facilitaron el carácter sagrado e inviolable de La Meca y del santuario (fundado por el patriarca bíblico Abraham) y la obligación de guardar una tregua anual coincidiendo con la feria.

Santuario de la Kaaba, por Ariandra 03 (13 de febrero de 2012)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

En la época de Mahoma, La Meca había llegado a convertirse en un centro urbano de considerable importancia. Según la tradición musulmana, ya desde el siglo VI d. c. La Meca queda dominada por la tribu de los qurayshíes (a la que pertenecía Mahoma), que logran establecer una extensa red comercial y pasan a ser los guardianes del santuario. Los distintos clanes qurayshíes se repartieron las funciones para atender a la peregrinación y a la actividad comercial que en La Meca comienza a desarrollarse. 

De esta forma, se ponen en contacto lugares tan distantes como Etiopía y Yemen con Siria e Iraq, a través de una ruta comercial protegida en época de peregrinaje. Esto permitió convertir un pequeño enclave en un oasis en todo un emporio comercial. El gobierno de la ciudad estaba confiado a las más importantes familias de mercaderes, esta posición generaba ambiciones en otros grupos que pretendían alcanzar ese mismo estatus social y económico. Esto producía fuertes tensiones de carácter social que anunciaban profundas transformaciones en Arabia.