martes, 13 de noviembre de 2012

Egipto antes de los faraones

Esta entrada se centra en la génesis y nacimiento de la cultura egipcia. Su aparición está fuertemente vinculada a la vida prehistórica que surge a la ribera del Nilo. Este marco geográfico le proporcionará a la cultura egipcia unas señas de identidad que la diferencian de los demás procesos de neolitización que aparecen en la misma época. La civilización egipcia nació mucho antes de la aparición del primer faraón en torno a unas comunidades agrícolas que se agruparían, después de un largo proceso, en torno a dos grandes poderes el Bajo Egipto, situado en el delta del Nilo, y el Alto Egipto, al sur de éste.

Enlaces relacionados:
- Los primeros faraones: fase protodinástica y tinita.

 EL MEDIO FÍSICO Y SUS CONDICIONANTES  

Egipto es un «don del Nilo», según la célebre expresión de Herodoto. Quizás no haya un país y una civilización tan estrechamente ligados a un accidente geográfico como lo están Egipto y el río que le proporciona entidad. Egipto es el Nilo y sus propios condicionantes: el Alto y el Bajo Nilo; el delta; el valle y la franja fértil que acompaña el discurrir del río; sus riquezas y sus carencias. El Nilo tiene sus fuentes en dos áreas geográficas: por una parte los grandes lagos africanos, donde nace el llamado Nilo Blanco, por otra parte el Nilo Azul, que surge de las montañas de Abisinia. Ambos cauces se unen en Khartum, recorriendo hasta su desembocadura 2.170 kms.
El Nilo en la revista National Geographic nº 31, por Earle Harrison (1917)
Fuente: Wikimedia Commons
Este largo valle está protegido por los desiertos arábigo y líbico, que se encuentran al este y al oeste, respectivamente. Estos desiertos aislaron al país, hecho que tuvo repercusiones en cuanto a la unidad que le proporcionaba, así como por la protección natural que ofrecían. Este «aislamiento» del valle del Nilo otorgó algunas peculiaridades a la cultura egipcia. El tapiz sobre el que se dispone el territorio egipcio se completaba con diversos oasis del desierto líbico, una serie de pistas atravesaban el desierto arábigo conectando el valle con el Mar Rojo y, a través de éste, con el océano Índico y sus rutas comerciales.

Sin embargo, la imagen actual de Egipto no se corresponde con el medio físico existente en la Antigüedad. El Nilo era la auténtica columna vertebral del territorio, pero numerosos uadis venían a su encuentro. Entre estos afluentes naturales y los canales artificiales, unidos a un mayor coeficiente de precipitaciones, a la existencia de lagos y lagunas y mejores condiciones ambientales en las áreas desérticas periféricas, el País del Nilo se conformaba como un territorio bastante fértil, con una mayor vegetación, acompañada de numerosas especies animales, propias de un ecosistema más húmedo que el actual. Sin embargo, los cambios climáticos se agudizaron facilitando el acercamiento del desierto y la limitación de las tierras cultivables.
Petroglifos antiguos de los wadis de Gilf Kebir, por Ilan Molcho (2007)
Fuente: Flickr Wikimedia Commons / CC-BY 2.0

Egipto estaba dividido desde tiempos remotos en dos países: el Alto y el Bajo Egipto, que se correspondían con el Alto y el Bajo Nilo (éste último en la zona del delta, al norte). La línea fronteriza entre ambos territorios se ubicaba a la altura de la ciudad de Menfis. Aunque el país se unificó tempranamente, la existencia de dos realidades (norte y sur) permanecería latente en la sociedad egipcia, resurgiendo en momentos de crisis. Nilo arriba, el valle daba paso a una serie de accidentes geográficos que originan cuatro cataratas sobre el río. Al sur de la primera catarata se situaba la Nubia (Baja o Uauat y Alta o Kush) con la que Egipto mantendrá diferentes tipos de relación a lo largo de su historia.
Principales asentamientos del Egipto predinástico
El río estaba sujeto a periódicas inundaciones, similares a las que sufrían el Tigris y el Éufrates en Mesopotamia, pero más regulares. Estas inundaciones dejaban a su paso un fértil limo que paliaba los problemas de infertilidad y salinización de las tierras, frecuentes en otras zonas. Las crecidas procedentes del Nilo Blanco y del Nilo Azul no coincidían en el tiempo. El primero crecía en otoño y el segundo en primavera. Todo el curso del río estaba dotado de sistemas de medida de la crecida, los nilómetros, que aportaban una información que, acumulada por los siglos, permitía a los egipcios predecir con cierta exactitud la llegada de las aguas, los niveles alcanzados y la producción agrícola estimada. El control de las crecidas permitió una temprana organización social, cuya cúspide fue ocupada por la figura del faraón.


Nilómetro del templo de Kom Ombo, por Olaf Tausch (2014)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

 EL ORIGEN DE LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA. LA FASE PREDINÁSTICA  

El período predinástico es aquel anterior a la primera dinastía, establecida según la Lista de Manethon. Cronológicamente, el predinástico es anterior a 3100 a. c. y gran parte de dicho período lo conocemos por fuentes prehistóricas. Es problemático el conocimiento de las comunidades humanas de la región en tiempos tan remotos, aunque sí se admite la existencia de diferencia físicas entre dos poblaciones: la del Alto y la del Bajo Egipto (esta última con individuos generalmente más altos, de mayor complexión y cráneos más anchos).

De igual manera, está poco claro el origen de la lengua egipcia. Se sabe de su pertenencia al tronco que da lugar a las lenguas semíticas, y por tanto son numerosos los rasgos compartidos con éstas, pero también posee numerosos rasgos de otras lenguas afroasiáticas. El problema se plantea cuando se quieren ver estos rasgos -tanto lingüísticos como físicos- como aportaciones externas de grupos humanos, a los que se les hace protagonistas del nacimiento de esta civilización. Este planteamiento es uno más de los muchos que suscitaron las teorías difusionistas, fuertemente contestados por la investigación crítica. Aunque no se pueda negar el trasiego de grupos humanos y las aportaciones culturales realizadas, la civilización egipcia se debe estudiar como fruto de los propios condicionantes de su medio particular y la evolución de sus propias culturas prehistóricas.

Mango del cuchillo de Gebel el-Arak, por Richard Mortel
Fuente: Flickr / CC-BY-NC-SA 2.0

Los primeros y trascendentales cambios que surgen desde la llamada revolución neolítica y que empezaron a transformar el modo de vida de la humanidad, culminando con la invención de la agricultura y la ganadería, tienen como marco protagonista las tierras de Oriente Próximo y el llamado Creciente Fértil en su conjunto. Egipto, por su situación geográfica más aislada, no recibió el influjo de grupos neolíticos procedentes de Asia hasta una época algo más tardía que en el resto del Creciente Fértil, lo que le permitió desarrollar una economía productiva con sus propios indicadores y al abrigo de su propio marco geográfico, teniendo al Nilo como principal protagonista.

La prehistoria egipcia muestra la presencia de una fase importante de ocupación neolítica sobre el valle del Nilo. Las comunidades agrícolas prehistóricas enraizaron pronto en el delta del Nilo con centros como Merimda o El Omarí y en el oasis de El-Fayum, experimentando en el Bajo Egipto un espectacular desarrollo que las llevó, a partir de mediados del quinto milenio, al surgimiento de las primeras ciudades. En ellas va a aparecer entre sus moradores por vez primera la división del trabajo y, por tanto, el trabajo especializado así como la estratificación de las clases sociales. Así mismo, los trabajos agrícolas permitieron una mejor alimentación, el almacenamiento de excedentes y un enorme crecimiento demográfico como hasta entonces no se había conocido en la zona.

Por otro lado, el mayor desarrollo y dependencia de la agricultura permitió un mayor conocimiento y aprovechamiento del recurso principal de la zona, el Nilo. El dominio de las crecidas del río mediante diques y canales permitió un sedentarismo total y la aparición de aldeas y pequeñas ciudades que desembocarían más tarde en la creación de los nomos. Si bien estas circunscripciones territoriales en origen se vinculan con superficies de regadío, a lo largo de la historia de Egipto sufrirán una importante evolución y transformación conformando las provincias que constituirán los dos reinos del Alto y el Bajo Egipto y, más tarde, del reino unificado.

Vaso de cerámica Gerzeense (fase Nagada II), por Guillaume Blanchard (2004) 
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 1.0

Los yacimientos prehistóricos del valle del Nilo como El-Fayum y los otros mencionados se convertirán en la base para una posterior diversificación eneolítica (propia de la Edad del Cobre) que se organiza en los períodos: Badariense, Amratiense, Gerzeense y Maadiense. La búsqueda, por parte de colonos del norte, de los recursos minerales del Medio y el Alto Egipto permitió el desarrollo de la zona pero provocó el conflicto con las poblaciones meridionales.

La cultura Amratiense dará lugar a la cultura del Alto Egipto de la época histórica, una región unificada que rinde culto al dios Set. El Gerzeense, en cambio, se desarrollará en el Bajo Egipto y se relaciona con el culto a Horus. De la confrontación y posterior unificación de ambas regiones surgirán las dinastías del Egipto Arcaico. Si bien culturalmente la época se caracterizará por la continuidad, en materia religiosa asistimos a un fenómeno de sincretismo (el culto a Horus estaba ya presente en el Alto Egipto antes de la unificación), en el que las diversas tradiciones locales de los distintos nomos poco a poco irán conformando un todo unido que dará lugar a las particulares cosmogonía y teología del Egipto faraónico.

Pintura mural de la tumba 100 de Hieracómpolis, por Francesco Raffaele
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Mientras en el Bajo Egipto se desarrollaba la pujante civilización de Maadi-Buto, que mantenía relaciones con Mesopotamia, en el Alto Egipto se consolidaba la civilización de Nagada, que tenía a Hieracómpolis (Nekhen, en egipcio) como capital. Ambas constituirán el germen de los reinos del Alto y del Bajo Egipto, cuya prolongada confrontación terminará con la unificación de ambos bajo el mandato de Menes o Narmer, rey del Alto Egipto.

Aunque esta hipótesis es generalmente aceptada, los hechos concretos de la época no están claramente documentados y presentan grandes lagunas. Otros personajes que pudieron intervenir en la época son Horus Escorpión, rey del Alto Egipto anterior a Menes (Narmer) y Aha primer rey tras la unificación; aunque algunos estudiosos defienden la idea de que los tres personajes eran el mismo gobernante y otros que Menes y Narmer eran reyes distintos. Por ello, a pesar de que la tradición otorgaba el papel de unificador a Menes, identificado con Narmer, en tiempos más recientes se tiende a asociar a Menes con su sucesor, Aha, primer faraón de la primera dinastía mientras que Narmer y Escorpión pertenecen a la denominada dinastía 0.

Antiguo Egipto: Período predinástico,
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