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Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la Revolución Francesa y la época actual.

martes, 15 de octubre de 2013

Los ciclos revolucionarios del XIX: La revolución de 1830

Tras el impacto de la Revolución Francesa, la Europa que vivió la oleada liberal sufre la transformación del modo de vida de sus moradores y se niega a tener que mantenerse dentro de los límites del Antiguo Régimen, impuesto por los defensores de la tradición monárquica y los enemigos de la expansión napoleónica. El enfrentamiento entre ambas posturas se resolverá con el surgimiento de una serie de revoluciones que salpicarán la práctica totalidad de las naciones europeas y que paulatinamente irán imponiendo las directrices liberales a las naciones europeas que, desde el Congreso de Viena, eran mayoritariamente de corte absolutista.

Enlaces relacionados:
La Restauración europea y el Congreso de Viena.
- Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
Ideología y partidos políticos en la España contemporánea - Parte 4.


 LA REVOLUCIÓN DE 1830 

Los movimientos liberales constituyen la primera oleada de asaltos al Antiguo Régimen, cuya pervivencia habían procurado las grandes potencias desde 1815. La restauración dinástica, la obra del Congreso de Viena o la existencia de alianzas supranacionales con el objetivo de aplastar a los movimientos revolucionarios liberales no son más que manifestaciones del temor subyacente de las poderosas potencias europeas hacia el surgimiento de las nuevas ideas procedentes del pueblo mismo.

La Libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix (1830)
Fuente: Wikimedia Commons

La Europa absolutista restaurada en el Congreso de Viena se muestra como algo efímero o poco duradero, las transformaciones económicas y políticas muestran al Antiguo Régimen como algo anacrónico y desfasado. Los principales opositores a la Restauración del Antiguo Régimen, el liberalismo y el nacionalismo, cuajarían en la revolución de 1820. Diez años después, el absolutismo soporta otro envite de estas dos corrientes opositoras y bajo ellas acabará pereciendo en Francia y Bélgica el viejo orden, en el resto de los países habrá que esperar al año 1848 para que una oleada revolucionaria más profunda derribe regímenes y deponga reyes.

Se puede decir que la crisis económica fue el chispazo que hizo estallar esta nueva oleada revolucionaria. La producción agraria que se manifiesta principalmente en una mala cosecha de cereales y patatas. Las consecuencias son la carestía y el incremento del precio de los productos de primera necesidad, así como una disminución del poder adquisitivo y la acumulación de stocks de productos que no se pueden vender.

Estados afectados por la revolución de 1830
Las clases desfavorecidas son, lógicamente, las más afectadas, un gran número de campesinos y obreros se ven en el paro y aumenta rápidamente el número de mendigos y vagabundos, mientras que en las ciudades crece el número de robos, sobre todo de harina. Las protestas sociales sólo pueden ser contenidas por la fuerza.


 EL LEVANTAMIENTO 

El levantamiento liberal se inicia en Francia y se extiende por Bélgica, Italia, Alemania y Polonia.

1.   FRANCIA. Las causas de la revolución de 1830 en Francia son:

  • Una crisis financiera: que se inicia en Londres, por su más alto grado de industrialización, y pasa después a Francia, donde la industria está creciendo y tiene necesidad de capitales.
  • Una crisis agraria o de subsistencia: provocada por una serie de malas cosechas. Ambas crisis provocan un descontento de los diversos elementos de la sociedad: de los campesinos, por las malas cosechas y la consiguiente elevación de los precios; de la burguesía, por los escasos beneficios al reducirse las ventas; y de los obreros, por el aumento del paro.
  • Una crisis política: el Congreso de Viena había restaurado a los Borbones en Francia en la persona de Luis XVIII, que gobierna mediante una Carta otorgada. Pero su hermano y sucesor, Carlos X, más autoritario, pretende restringir las concesiones de la Carta otorgada y firma para ello las «Cuatro Ordenanzas» antiliberales por las que suspende la libertad de prensa, disuelve la Cámara recién elegida y modifica la ley electoral excluyendo a comerciantes e industriales.

Combate en la calle Rohan el 29 de julio de 1830, de Hippolyte Lecomte (1831)
Fuente: Wikimedia Commons

Con la libertad de expresión que queda restringida y la prensa controlada por el Gobierno, el periódico Le National encabezó la protesta, con un manifiesto por el que 44 periodistas se negaban a aceptar el control de la prensa y la disolución de la Cámara. El descontento general estalla en las «Tres Jornadas Gloriosas» los días 27, 28 y 29 de julio, con barricadas en las calles de París y con la petición de instaurar la República. En las barricadas se atrincheran estudiantes, obreros y algunos diputados, el ejército se niega a disparar contra la población civil. El Antiguo Régimen es derribado y el rey parte hacia el exilio. Es entonces cuando la alta burguesía, para quien República es sinónimo de terror, da marcha atrás y propone a la Asamblea a Luis Felipe, duque de Orleans, que es nombrado rey de los franceses.

Se restaura en Francia la monarquía parlamentaria, Luis Felipe es rey por expreso deseo de la nación, y acepta plenamente todas las ideas del liberalismo político. En esa línea se produce la ampliación de la Carta Otorgada que desemboca en la Constitución de 1830, en ella se reconoce la libertad de prensa y se amplía el número de ciudadanos con derecho a voto. La alta burguesía controla el poder, ha colocado al rey en su puesto y ha dispuesto un sufragio más ampliado pero aún censitario, lo que le proporciona el control del parlamento.

Combate frente al hotel Ciudad de París el 28 de julio de 1830, por Jean-Victor Schnetz
Fuente: Wikimedia Commons

Durante dos años, Francia sigue una orientación revolucionaria, apoyándose en otros procesos similares que ocurrían en otros países y con medidas radicales en el interior.

Sin embargo, la crisis económica continuaba agravada por la misma revolución. El hundimiento de la economía, el desorden en los campos y la epidemia de cólera contribuyeron al gran pánico de 1832. Esto causó la aparición de gobiernos más conservadores, que inician la represión contra la prensa, proclaman el estado de sitio en París y señalan al progresivo distanciamiento del régimen de Luis Fe­lipe respecto a la revolución.


2.   BÉLGICA. Aquí el movimiento es esencialmente nacionalista. El Congreso de Viena había unido artificialmente Bélgica a Holanda. Pero entre ambas naciones no había nada en común: ni religión (católicos en Bélgica y protestantes en Holanda), ni len­gua (francés y holandés), ni economía (liberalismo de la burguesía comercial holandesa frente al proteccionismo de la agricultura y pequeña burguesía industrial bel­ga), ni política (los holandeses marginaban a las belgas, ocupando los cargos polí­ticos y militares).

A este descontento belga había que añadir la crisis económica y la subida de los precios que exasperaba al pueblo.

La revolución de septiembre en Bruselas, de Charles Gustave Wappers (1835)
Fuente: Szilas / Wikimedia Commons

En estas circunstancias, un gobierno provisional declara la independencia belga mientras sigue aún la lucha con­tra el rey, Guillermo I de Nassau. Pero el problema se hace internacional; las potencias absolutistas (Ru­sia y Austria) deciden apoyar al rey holandés, mientras la Francia liberal apoya a los sublevados. Sin embargo, el apoyo ruso y austriaco no llega, al verse obligados estos países a sofocar los levantamientos en Polonia e Italia, respectivamente. A Inglaterra, por su parte, le mueve su rivalidad marítima con Holanda, por lo que apoya a Bélgica y propone una Conferencia internacional, que se celebra en Londres en 1830, y que reconoce la independencia de Bélgica, siempre que este país se comprometa a permanecer neutral permanentemente.

La Bélgica independiente se convertirá en una monarquía parlamentaria con Leopoldo I de Sajonia como rey y su Constitución de 1831 se considera la expresión más acabada de liberalismo: soberanía popular, dos cámaras elegidas, libertad de culto, clero pagado por el Estado pero separado del poder político, sistema judicial independiente, declaración de derechos... tendrá una gran influencia en otras constituciones de otros países. Holanda acabará reconociendo al nuevo estado en 1839.


3.   RESTO DE EUROPA. En Italia, en el inicio del movimiento tuvo un gran peso la labor de las sociedades secretas carbonarias y empezó en los ducados del centro (Parma, Módena), que el Congreso de Viena había asignado bajo influencia de Austria, pero la indiferencia de las masas hizo que el ejército austríaco lo sofocara fácilmente. A partir de este momento, decaen los carbonarios y crece el nacionalismo, que irá preparando la unidad de Italia.

En Alemania, el movimiento liberal logra arrancar constituciones liberales a los príncipes, y el nacionalismo intenta crear unos «estados unidos de Alemania». Pero Metternich termina con un movimiento que, en realidad, no pasa de crear actos propagandísticos aunque, al igual que en Italia, va plantando la semilla de la unidad nacional.


En Polonia, que tras el Congreso de Viena el territorio se reparte entre Austria, Prusia y Rusia (que tiene la parte más extensa) y Cracovia que es una república libre; se produce la «Revolución de los Cadetes» (también llamada el «Levantamiento de Noviembre») tiene un carácter nacionalista pero fracasa por varios motivos: no se produce el apoyo campesino, la prometida ayuda francesa no llega y la intervención rusa ahoga en sangre la revolución e impone una rusificación a Polonia que pierde su autonomía. Polonia no logrará su independencia hasta después de la I Guerra Mundial.

En España, la muerte del rey Fernando VII en 1833 provocó una guerra civil por la sucesión de la corona entre quienes apoyaban al infante Carlos María Isidro (hermano del rey), cuyas tendencias eran absolutistas, y los liberales, defensores de Isabel, la hija del rey (que aún era una niña). El conflicto no se resolvería hasta 1840, con la victoria isabelina y de los liberales sobre el bando carlista.

En resumen, las revoluciones de 1830 tienen dos consecuencias: que sólo triunfa claramente en Bélgica y que Europa sale dividida en dos: la Europa liberal (Francia, Ingla­terra, Bélgica) y la Europa autoritaria (Austria, Prusia, Rusia).


Esquema sobre la revolución de 1830

sábado, 12 de octubre de 2013

Los ciclos revolucionarios del XIX: El liberalismo y la revolución de 1820

El impacto de la llamada Revolución Francesa intentó ser minimizado por los monarcas europeos y quienes se enfrentaron a Francia y derrotaron a Bonaparte en combate. Sin embargo, una total vuelta atrás era ya imposible. Europa, tras vivir una oleada liberal que transforma el modo de vida de sus moradores, se niega a tener que mantenerse dentro de los límites del Antiguo Régimen, impuestos por los defensores de la tradición monárquica y los enemigos de la expansión napoleónica. El enfrentamiento entre ambas posturas se resolverá con el surgimiento de una serie de revoluciones que salpicarán la práctica totalidad de las naciones europeas y que paulatinamente irán imponiendo las directrices liberales a las naciones europeas de corte absolutista.

Enlaces relacionados:
La Revolución Francesa: El dominio y ocaso de Napoleón.
- La Restauración europea y el Congreso de Viena.
- Ideología y partidos políticos en la España contemporánea - Parte 3.



 EL LIBERALISMO 

Los movimientos liberales constituyen la primera oleada de asaltos al Antiguo Régimen, cuya pervivencia habían procurado las grandes potencias desde 1815. La restauración dinástica, la obra del Congreso de Viena o la existencia de alianzas supranacionales con el objetivo de aplastar a los movimientos revolucionarios liberales no son más que manifestaciones del temor subyacente de las poderosas potencias europeas hacia el surgimiento de las nuevas ideas procedentes del pueblo mismo.

Rafael de Riego (1784-1823)
Fuente: Wikimedia Commons

La Europa de la Restauración, surgida tras el Congreso de Viena de 1815, fue sacudida por tres oleadas sucesivas de revoluciones burguesas que recibieron su soporte ideológico en el liberalismo y el nacionalismo y que se iniciaron en 1820 y concluirán en 1848, acabando con el "Sistema Metternich". Pero, ¿en qué consiste la ideología liberal y cómo se manifestó durante el siglo XIX?

Esquema sobre los principales movimientos de la época
opuestos a la labor de la Restauración
 
El liberalismo es una doctrina política regida por una idea según la cual la sociedad política debe estar basada en la libertad. Esto trae consigo una serie de consecuencias prácticas. La más importante es que, al no vivir en una sociedad libre, se produce la lucha de los liberales contra el orden establecido y contra toda autoridad empezando por la del Estado. El liberalismo desconfía profundamente del Estado y del poder, y afirma que el poder en sí es negativo, por lo que hay que reducirlo el máximo. De ahí que rechace por com­pleto cualquier tipo de poder absoluto. Para evitar el retorno el absolutismo, el liberalismo propone una serie de fórmulas:

  • La separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y el equilibrio de esos mismos poderes, ya que si fueran desiguales se correría el riesgo de que el más poderoso absorbiera el resto.
  • La descentralización del Estado.
  • Limitar el campo de acción del Estado, lo que explica la doctrina de no intervención en materia económica y social propia del liberalismo económico. Es la concepción del «estado-gendarme», que no interviene más que en caso de auténtica necesidad.
  • La organización del poder debe estar definida por unas reglas de derecho consignadas en textos escritos (constituciones).
  • Defiende la aparición de partidos políticos, la soberanía nacional y los derechos inalienables del individuo como la integridad personal y familiar o la propiedad privada.
  • Por otro lado, el liberalismo se manifiesta también en contra de las autoridades eclesiásticas de toda índole y se muestra claramente anticlerical.

Pero el liberalismo no es sólo una ideología, sino también la expresión de un gru­po social determinado, es la doctrina que mejor sirve a los intereses de una clase: la burguesía.

Esquema sobre el posicionamiento político y económico
del liberalismo de la primera mitad del XIX.

Ideológicamente, el pensamiento liberal se inspiraba en las ideas de los filósofos de la Ilustración del siglo XVIII. El liberalismo político tuvo en el francés Benjamin Constant a su mayor ideólogo. Durante la primera mitad del siglo XIX, el liberalismo fue una ideología revolucionaria impulsada por la burguesía y las clases populares urbanas. A partir de 1830, los intereses de ambos fueron separándose respecto al alcance de los derechos individuales, de ahí que surgieran dos tendencias liberales: el liberalismo doctrinario o moderado, que impuso el sufragio censitario del que se beneficiaba la burguesía y libertades recortadas, y el liberalismo democrático que era partidario del sufragio universal masculino y de más amplias libertades.

Esquema sobre la evolución del pensamiento liberal a lo largo del siglo XIX.

Cuando las ideas liberales lleguen al poder, se pondrán en práctica medidas que cambiarán la idea misma de estado y la forma de ver a la propia sociedad, con respecto a los conceptos que se manejaban en el Antiguo Régimen. Pero, ¿cuáles serán las características generales de los regímenes políticos liberales?

  • La existencia de una constitución, que tiende a limitar el poder.
  • La decisión política es compartida, en adelante, por la Corona y la representación nacional (Cámara, Cortes o bien Dieta). Esta representación es, en general, bicame­ral. A una cámara baja se le contrapone una cámara alta, de forma que cuantos más poderes haya, menor es el riesgo de que uno de ellos se haga con el poder.
  • El liberalismo no adopta en ninguna parte el sufragio universal, sino un sufragio censitario. A los liberales, el hecho de que sólo una minoría disponga de derecho de voto, les parece normal y legítimo. Además, esta discriminación no excluye de por vida al individuo: basta con poseer los requisitos indispensa­bles (por ejemplo, alcanzar los 300 francos de renta) para convertirse en elector.
  • El liberalismo reconoce la libertad de opinión, de prensa, de discusión parlamentaria, de expresión, de reunión. Para asegurar estas libertades es primordial el papel de la educación. Por ello, esta preocupación por la libertad se extiende a la enseñanza, y una de la tarea de los liberales es quitarle el dominio de la enseñanza a la Iglesia, su principal adversaria en este campo.
  • El liberalismo tiende a reducir a la Iglesia sus privilegios y a establecer la igualdad de derechos entre la religión tradicional y las otras confesiones religiosas.
El liberalismo transformó la Europa de 1815, a veces por medio de reformas, cosa que sólo ocurrió en Inglaterra, Países Bajos y Países Escandinavos, y otras recurrien­do a métodos revolucionarios, como ocurrió en el resto de los países.


Esquema básico sobre las diferentes corrientes liberales

 LA REVOLUCIÓN DE 1820 

Fue la primera de las llamadas oleadas revolucionarias que sacudieron Europa con posterioridad a las Guerras Napoleónicas y que se repitieron sucesivamente en las de 1830 y las de 1848.

Los procesos revolucionarios de 1820 se localizan en la Europa mediterránea y oriental (España, Portugal, Rusia, Estados Pontificios Nápoles-Sicilia, Piamonte, colonias americanas españolas y Grecia). Fueron protagonizados por la burguesía, que intenta imponer los ideales del liberalismo y del nacionalismo, por lo que supusieron un ataque al Antiguo Régimen impuesto por la Restauración.


Mapa sobre los estallidos revolucionarios de 1820

Previamente a las revoluciones de 1820, Europa experimenta una crisis económica que se inicia en 1816 y se prolonga hasta 1819. Se trata, en parte, de una crisis de reconversión de la economía de guerra en otra economía de tiempos de paz. Los efectos de este reajuste dieron lugar a oscilaciones violentas de los precios agrícolas, situación de paro en la industria y, en consecuencia, un fuerte descontento social.

Ante la desigualdad de fuerzas, como forma de organización de los revolucionarios de 1820 predominó la conspirativa, a través de sociedades secretas, como la masonería o como los carbonarios. El afán conspirador, lleno de iniciaciones y ritos misteriosos, de juramentos sagrados y de secretismo, enlazaba perfectamente con el nuevo espíritu romántico que estaba despuntando. Entre 1815 y 1820 proliferaron este tipo de conspiraciones, detrás de las cuales casi siempre había intelectuales y/o militares. Unos eran inspirados por sus ideas y a otros los empujaba su precaria situación económica. Además, hay que tener en cuenta que muchos de aquellos militares se encontraban en la reserva, innecesarios tras el cese de las Guerras Napoleónicas.


Esquema básico sobre las revoluciones liberales de 1820

En España, las conspiraciones fueron numerosas pero todas fracasaron hasta que, en 1820, el pronunciamiento de los militares liberales españoles del coronel Rafael de Riego, orquestado por logias gaditanas en  Las Cabezas de San Juan, obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz de 1812, suprimida por el rey a su regreso ocho años antes, e inició el llamado Trienio Liberal. Durante tres años hubo en España un gobierno liberal que gobernaba amparado por una constitución liberal. España se convirtió en el único país liberal de Europa, y con ello en asilo de refugiados y aliento de otras revoluciones. Esto supuso un efímero triunfo para la causa liberal y el pistoletazo de salida para que otros territorios europeos siguieran su ejemplo. 

Proclama de Riego,
subido por Jon Valera a https://www.youtube.com

Sin embargo, la fuerza y determinación intervencionista de la Santa Alianza se puso pronto en marcha. La llegada de un cuerpo expedicionario, los Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema, invadió España consiguiendo evitar la posibilidad de una generalización del contagio revolucionario y sofocando el foco revolucionario, al tiempo que ayudó a Fernando VII y restaurar el absolutismo.

Batalla de Elviña, intervención francesa en España en 1823, de Hippolyte Lecomte (1828)
Fuente: Wikimedia Commons

La mayoría del resto de intentos fracasó debido a la reacción de las fuerzas de la Restauración, todavía con cierta fortaleza y unidad. La excepción fue la independencia de las colonias americanas españolas y de Grecia, que estaba bajo el dominio del Imperio otomano desde hacía varios siglos. En estos casos podemos ver  el auge de la idea del nacionalismo.

Esquema sobre los principales focos revolucionarios europeos en 1820

El ciclo revolucionario de 1820, aunque circunscrito a focos muy determinados, puso en peligro el orden ideado por el Congreso de Viena. La maquinaria ideada por Metternich funcionó y la Europa de los Congresos se apresuró a restaurar el orden. Sin embargo, a partir del Congreso de Verona el sistema empezó a resentirse: los intereses contrapuestos sobre el mapa europeo de las grandes potencias, la oposición de Inglaterra a la intervención en España y el lento y progresivo avance de las ideas liberales en muchos países europeos, buscando un equilibrio entre el Antiguo Régimen y el Nuevo, minaron la fuerza equilibradora del sistema.

La matanza de Quíos, por Eugène Delacroix (1824)
Fuente: Wikimedia Commons