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HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la Revolución Francesa y la época actual.

sábado, 28 de diciembre de 2013

La Segunda Revolución Industrial y el desarrollo capitalista

En la segunda mitad  del siglo XIX, de forma paralela a la oleada liberal que se vive en Europa y que transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores, el sistema económico se afianza gracias al éxito de la Revolución Industrial. Como resultado, el capitalismo asienta sus bases y el proceso industrial da un nuevo salto cualitativo. Se trata de un proceso donde surgen innovaciones científicas, tecnológicas y económicas de amplio alcance que influyen sobre la sociedad de forma decisiva. Las nuevas y mejoradas técnicas de producción, las nuevas industrias y la industrialización de nuevos países pintarán un nuevo escenario sobre el que actuará la sociedad del nuevo siglo.

Enlaces relacionados:
- La revolución agrícola y demográfica.
- La Revolución Industrial.
- El Movimiento Obrero: crisis capitalistas, nuevos métodos de trabajo, anarquismo y socialismo utópico.
- El Movimiento Obrero: el marxismo y la Primera y Segunda Internacionales.


 LSEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 

Durante el siglo XVIII y primera mitad del XIX, los progresos técnicos aplicados a la maquinaria hicieron posible el capitalismo de la Primera Revolución In­dustrial. Este capitalismo era producto del librecambismo y se basaba en la ley de la oferta y la demanda, en la libertad de trabajo y en la libre concurrencia. Había que producir a precios cada vez más bajos para triunfar sobre la competencia, y de ahí la necesidad de un aumento paulatino de la mecanización y de capitales para la maquinaria. En este período, los empresarios eran todavía capaces de financiar a es­cala familiar sus industrias y fábricas con los ahorros, beneficios o excedentes de la agricultura.


Locomotora de la Mount Emily Lumber Co.
Fuente: Wikimedia Commons / Visitor7 / CC BY-SA 3.0

Sin embargo, a partir de 1870, las innovaciones técnicas perfeccionan y multiplican la maquinaria, con lo que las empresas necesitan grandes cantidades de dinero para la instalación y renovación instrumental. Es preciso buscar nuevas fuentes de finan­ciación para esta necesidad constante y cuantiosa de capitales. Aparece así el gran capitalismo o capitalismo financiero. Los bancos, que hasta entonces se habían limita­do a ser instrumentos de cambio, se convierten ahora en bancos de negocios o de cré­dito industrial para financiar empresas y actividades de inversión, produciéndose la concentración financiera e industrial.

La producción de la industria mundial entre 1870 y 1890 se multiplica en todos los sectores. La producción de hierro pasa de 12 a 37 millones de toneladas métricas; la de carbón de 220 a 800 millones. Al mismo tiempo, aumentan las inversiones de capital en el exterior de los países en los que se ha acumulado. Las inversiones inglesas en el extranjero pasan de 200 millones de libras en 1855 a 2400 millones en 1900. Se forma un mercado mundial, en el que ciertas potencias suministran productos industriales y otros paí­ses colocan sus productos agrícolas.


Cuadro comparativo entre la primera y segunda fases de la Revolución Industrial

Esta fase de crecimiento se apoya en la abundancia de metales preciosos. El comercio mundial necesita instrumentos de cambio y las monedas se apoyan fundamentalmente en el oro. Entre 1800 y 1860 el stock de oro se multiplica por 22 y en 1914 por 63. Los descubrimientos de oro en California, Australia, Alaska y África del Sur aportan gran­des cantidades del preciado metal.


 LCONCENTRACIÓN INDUSTRIAL 

El continuo crecimiento industrial exige un crecimiento paralelo del capital necesario para financiarlo. Los bancos controlan ahora los capitales y las inversiones realizadas en la industria, que, al ser de un alto nivel, hacen necesaria la disponibilidad de créditos. De ahí la tendencia a la concentración del capital bancario.

Por otra parte, la necesidad de grandes capitales destinados a adquirir maquinaria y propiciar la investigación de nuevos sistemas productivos hace que sólo las grandes empresas puedan hacer frente a tan elevadas inversiones. Por ello, se tiende a la concentración, que abarata el proceso de producción y disminuye la competencia en el mer­cado. La concentración se llama horizontal si se trata de empresas dedicadas a un mismo tipo de actividad, y se llama vertical cuando une empresas de productos dife­rentes y complementarios.


Esquema sobre algunos de los cambios industriales surgidos en esta fase

Hacia finales de siglo aparecen ya asociaciones de empresas tendentes a limitar la competencia, la baja de los precios y los peligros de la superproducción. Dentro de la tipología de concentraciones empresariales de ese momento destacan:

1.  El cártel es la agrupación de empresas de un mismo producto para controlar el mercado y evitar la competencia, pero sin perder su independencia. Por ejemplo, el cártel hullero alemán, que llegó a agrupar 100 empresas mineras.
2.  El trust es la asociación de varias empresas que cuentan con un solo directivo para gestionar la producción de todas ellas. Por ejemplo, la Standard Oil Company, fundada por Rockefeller en 1882.
3.  El holding es una sociedad financiera que controla varias empresas mediante la adquisición de la mayoría de sus acciones.

Todas estas agrupaciones tienden al monopolio y, a veces, sus poderes son tan grandes que pueden incluso utilizarse como medio de presión ante los Estados; de ahí que la legislación de algunos países se orientase hacia su prohibición.

Caricatura de la Standard Oil Company, por Udo J. Keppler (1904)
Un pulpo que tiene agarrados a inversores, industrias, gobernaciones, al Congreso
 y se acerca peligrosamente a la Casa Blanca.

Fuente: Wikimedia Commons

Este nuevo tipo de sociedad tenía como arquetipo al hombre de empresa que, con audacia e intuición, se convierte en el fundador de los monopolios. Rockefeller es el gigante del petróleo, Carnegie del acero, Morgan de la Banca, Ritz de la hostelería, Hearst del pe­riodismo, etc. Las dimensiones universales que adquiere la producción industrial provocan que a las antiguas ferias les sucedan las exposiciones internacionales como lugares de intercambio.


 LAS COMUNICACIONES 

Un aspecto fundamental de esta segunda revolución industrial es el progreso de las comunicaciones. En primer lugar, hay que hablar del papel de los ferrocarriles, que se constituyen en un importante agente de transformación y en un campo de inversiones de primer orden. Inglaterra suministró vías, material rodante, diseños de trazado y capitales para la construcción de la red férrea de muchos países. El ferrocarril se convirtió en la palanca de la supremacía económica de algunas naciones.


Mapa sobre la expansión del ferrocarril europeo en el siglo XIX.
A finales de siglo, más de un tercio de las vías férreas instaladas estaban en Europa.
Las áreas industriales eran las mejor comunicadas.

En segundo lugar, el barco de vapor desplaza definitivamente al de vela, gracias a las innovaciones en los motores de vapor, lo que permitía aumentar la carga y la ve­locidad. En la innovación de los transportes fluviales y oceánicos influyen en gran manera los canales, y especialmente las travesías ístmicas de Suez y Panamá, que po­tenciaron el Mediterráneo y el Caribe como centros neurálgicos de las comunicacio­nes marítimas a nivel mundial. La creación de una red mundial de transportes continentales y oceáni­cos provoca dos efectos: el hundimiento de los precios y la división internacional del trabajo, basada en un bloque de naciones industriales y un anillo de países productores de materias primas.

En la máquina de vapor había hallado el siglo XIX el instrumento de su revolución del transporte, pero sus posibilidades de perfeccionamiento técnico parecían agotadas y sus rendimientos limitados. Se hacía necesario encontrar un motor que funcio­nase con un combustible líquido. En los años 80, se investiga en un motor que impulse el movimiento de un vehículo por carretera. El conde Dion y el mecánico Bouton utilizaron un motor a vapor, pero en 1885 ya se utilizan en estos vehículos los primeros motores movidos por derivados del petróleo, la nueva fuente de energía que lentamente, junto a la electricidad, desplaza al carbón y al vapor. El primer automóvil lo construye Carl Benz, con un motor de gas en el que se inyectaba vapor de gasolina. En los años 90, Forest crea el motor de cuatro cilindros, dota de inyector al carburador y de bu­jía al encendido; Michelín fabrica los primeros neumáticos para el nuevo vehículo y Renault la marcha directa. Al comenzar el siglo XX ya hay algunas fábricas de auto­móviles. En la segunda revolución industrial el papel del automóvil es similar al del ferrocarril en la primera, el automóvil supone un nuevo estimulo para la indus­tria siderúrgica, reclama una nueva red de comunicaciones, intensifica los transpor­tes terrestres y se convierte en campo de inversión para los capitales.

Ford modelo T de 1911, por Lglswe (2008)
Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0

Otro vehículo revolucionará el transporte. Desde fines del siglo XVIII, los hombres pueden elevarse en globos de aire caliente o gas, pero su propulsión, por medios mecánicos, impedía que se considerara un sistema de transporte útil para viajes y comercio. La aplicación de motores y la conversión de globos en dirigibles la acomete el con­de Zeppelin en 1896, en talleres que aplican tres motores a dirigibles gigantescos. Pero los resultados aconsejaron su abandono. Pronto aparecerían los primeros aviones.

El progreso de las comunicaciones no se limitaba al invento de nuevos aparatos de transporte, sino también a la creación de procedimientos de transmisión de noticias: telégrafo, teléfono y radio, que dan un fuerte impulso a la creación del mercado.


 INDUSTRIAS REPRESENTATIVAS 

La cadena de inventos de la segunda fase de la industrialización se apoya en los avan­ces y descubrimientos científicos. Estos descubrimientos repercuten en el desarrollo de tres sectores: la industria eléctrica, la química y la del metal.

La industria eléctrica es la energía fundamental y, aunque su existencia era conocida ya desde el siglo XVIII, su desarrollo industrial sólo se produce en el último ter­cio del siglo XIX, tras una fase experimental de inventos. En cuanto a la producción, el belga Gramme inventa la dinamo, que permite la transformación de la energía mo­triz en eléctrica. Edison y Berges consiguieron electricidad a partir de centrales hidroeléctricas, y Edison fue también quien inauguró la primera central eléctrica del mundo en Nueva York en 1882. El transporte de la electricidad se hace posible gracias a Deprez, que la transforma en corriente de alta tensión, que puede trans­portarse a grandes distancias. El terreno de las aplicaciones de la electricidad es muy amplio: con el invento de la lámpara incandescente por Edison se hace posible la instalación del alumbrado público. En los transportes se empleará en los tranvías eléctricos y el metro, y en el terreno de las comunicaciones a larga distancia será la base para el teléfono, el telégrafo y la telegrafía sin hilos.

Principales transformaciones fruto de la Segunda Revolución Industrial

La industria química, es la industria más característica de la evolución del capitalismo y una de las más representativas de esta Segunda Revolución Industrial. Se sirve de procedimientos muy costosos para obtener productos que se venderán a bajo precio, lo cual requiere grandes sumas de capital para producir a gran escala y un mercado amplio para absorberlos. Los productos químicos más importantes son: la sosa, muy solicitada por las industrias textil y papelera para blanquear sus productos; los colorantes sintéticos o artificiales, solicitados por la industria textil; los abonos, que aumentaron las posibilidades de la agricultura; y los explosivos, que se utilizaron a partir de los descubrimientos de la nitroglicerina por Sobrero y de la dinamita por Nobel.

En la industria del metal supone una gran novedad la utilización del aluminio, el cobre, el níquel, el cinc, etc. Pero el hierro, convertido ahora en acero, sigue siendo el metal más im­portante. La obtención de acero era ya conocida con anterioridad, pero el procedimien­to era caro y difícil. Sin embargo, las innovaciones en su procedimiento de obtención van a traer como consecuencia la sustitución del hierro colado por el acero. Los más destacados de estos avances tecnológicos son el convertidor Bessemer, que permite aumentar la producción de acero hasta 1000 toneladas al día; el horno Martin-Siemens que economiza combustible y produce acero más homogéneo y barato; y el procedimiento Thomas-Gilchrist, que elimina el fósforo de ciertos minerales de hierro y permite así explotar yacimientos con un elevado porcentaje de fósforo, que hasta entonces esta­ban inutilizados.

Las aplicaciones del hierro, que en la primera revolución industrial se limitaban al campo de los ferrocarriles, encuentran ahora otros ámbitos de expansión: la construcción (torre Eiffel) y los armamentos (artillería, blindaje, cascos para barcos…).


En definitiva, en el último tercio del siglo XIX, al lado de un capitalismo mundial que adapta formas financieras, de trust y explotación de capitales, se produce una segunda revolución industrial, en la que la electricidad, el motor de explosión, el petróleo y las industrias químicas constituyen algunas de las palancas básicas.


La Segunda Revolución Industrial (1880-1914),
subido por Educatina a https://www.youtube.com

lunes, 16 de diciembre de 2013

La unificación alemana y los Balcanes y la Cuestión de Oriente

La oleada liberal vivida por la Europa de la primera mitad del XIX transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores. Éstos se ven obligados a pensar en su futuro como grupo, estado o nación, algo inédito hasta ese momento. Muchos de ellos no están de acuerdo con la reordenación del mapa europeo creado por el Congreso de Viena. De esta forma, la causa de las nacionalidades va tomando forma hasta desembocar en los procesos que darán lugar a un mundo más próximo al que conocemos. 
Paralelamente, en los Balcanes, la debilidad del Imperio Otomano, las ansias expansionistas de las potentes naciones europeas y los deseos nacionalistas balcánicos entrarán en conflicto convirtiendo la zona en un foco de permanente inestabilidad. Esta será una pesada carga que arrastrará la zona hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial.

Enlaces relacionados:
La Restauración europea y el Congreso de Viena.
Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
- El nacionalismo y la unificación italiana.
- La Paz Armada: Los Sistemas Bismarkianos.


 LA UNIFICACIÓN ALEMANA 

Del Congreso de Viena, Alemania había salido dividida en 39 estados, de los cuales, Austria y Prusia aparecen como los más poderosos. En este mosaico germano, una Dieta federal, presidida por el emperador austríaco, es el único órgano comunitario.

Sin embargo, existía más allá de este único nexo de unión política, un mundo germánico con su lengua y civilización, que había sido formulado a principios de siglo por Fichte en sus "Discursos a la nación alemana". Desde entonces, no se dejó de pensar en esta idea nacional. Filósofos como Hegel se es­fuerzan por encontrar argumentos para la unidad; historiadores como Ranke buscan en el pasado recuerdos que fundamenten un futuro unitario; poetas e incluso músicos como Wagner exaltan las excelencias de la patria alemana; en las universidades, profeso­res y estudiantes hablan de una Alemania unida.


Proclamación de Guillermo I como emperador de Alemania, de Anton von Werner (1885)
Fuente: Wikimedia Commons

Todos los intentos de unidad que los nacionalistas realizan antes de 1850 se ven aborta­dos por una Austria a la que le interesa más una Alemania fraccionada, ya  que así podía dominar el área germana máscilmente.

A mediados de siglo se produce un cambio de coyuntura que va a hacer posible la uni­dad: se produce un poderoso desarrollo económico. En 1834, atendiendo a los deseos de la burguesía comercial de las regiones del Norte, se crea el Zollverein o unión aduanera. Esta primera forma de mercado común agrupaba a todos los estados alemanes, excepto a Austria. Además se construye una red de ferrocarriles que, junto al Zollverein, facili­ta el comercio y reactivan la industria. Como consecuencia de este enriquecimiento surge una nueva clase, la burguesía capitalista e intelectual, que aspira a la unifica­ción del país en un solo Estado.

Con relación a los límites de la nueva nación, había dos proyectos: por un lado, el de la Gran Ale­mania que englobaría a todos los estados alemanes y al Imperio Austro-Húngaro en su totalidad, y por otro, el de la Pequeña Alemania, que sólo abarcaría las regiones alemanas. La mayoría se inclinaría por una Pequeña Alemania, sin Austria, que era el plan de Bismarck, hombre clave del proceso de unificación.


Límites del Zollverein (1834) y del futuro imperio alemán (1871)

Los grandes protagonistas del momento serán: al norte, Guillermo I Hohenzollern, monarca prusiano, y su canciller Otto von Bismarck; y al sur, el emperador austriaco Francisco José I de Habsburgo y su canciller Klemens von Metternich. Las posiciones de ambos grupos se verán contrapuestas en más de una ocasión, pues buscan la Alemania que mejor sirva a sus intereses. En el camino que conduce a la unidad de la nación alemana pueden distinguirse tres etapas clave:

1.   La Guerra de los Ducados: los ducados del sur de Dinamarca (Schleswig, Holstein y Lauenburgo) eran de población alemana, pero estaban gobernados por príncipes daneses desde 1815. Al morir, en 1863, el rey danés sin descendencia masculina, debían pasar a príncipes alemanes según la ley de los ducados y a Dinamarca según la ley danesa. Bismarck aprovecha la ocasión para plantear el problema, pero como la incorporación de estos ducados a Alemania supondría una cuestión peligrosa internacionalmente porque implicaría alterar el estatuto territorial del Congreso de Viena, decide involucrar a Austria. El ejér­cito austro-prusiano los conquista y se los reparten: Holstein para Austria, y Schleswig y Lauenburgo para Prusia.

Batalla de Dybbol, por Jorgen Valentin Sonne (1871)
Fuente: Wikimedia Commons
2.   La guerra austro-prusiana de 1866: a pesar de su unión durante la Guerra de los Ducados, la rivalidad austro - prusiana se acentúa. La propaganda nacionalista prusiana no puede ser compartida por Austria, que toda­vía sueña con impedir la unificación. Por otra parte, la propuesta prusiana de establecer un Parlamento alemán elegido por sufragio universal es otro paso que Austria no puede compartir, con su régimen imperial y aristocrático.

Ante la inminencia del enfrentamiento, la política de Bismarck se dirige a aislar a Austria internacionalmente, consiguiendo el apoyo ruso, francés e italiano. La guerra fue muy corta; en apenas 15 días, Prusia vence en Sadowa. Por el Tratado de Praga se acuerda la exclusión de Austria de la futura Alemania, la supresión de la Confederación Germá­nica y la libertad para que Prusia organice los Estados del Norte, formando la Confede­ración de Alemania del Norte. Sólo quedan los Estados católicos del Sur, y Bismarck piensa que el único medio para incorporarlos es encontrar una causa común que les una para luchar.

Combate entre las caballerías austriaca y prusiana en la batalla de Sadowa,
de Alexander Ritter von Bensa
Fuente: Wikimedia Commons

3.   La guerra franco-prusiana de 1870: una nueva guerra, ahora contra Francia, permite la consumación de la unidad. La candidatura Hohenzollern al trono español es el pretex­to. Ante la protesta francesa, que está dispuesta a impedir que un alemán acune el trono de España, el monarca prusiano retira la candidatura Hohenzollern, pero los franceses cometen el error diplomático de insistir en que el rey de Prusia garantice que jamás apoyará una candidatura semejante. La negativa de Guillermo I es cortés, pero Bismarck redactó para la prensa un resumen tendencioso y humillante para Francia, que se conoce con el nombre de "telegrama de Ems”. A este insulto, Francia responde con la declaración de guerra.

La superioridad prusiana es total: mayor rapidez, más ferrocarriles, más hombres en el frente, más artillería. En Sedán y Metz quedan destrozados los ejércitos franceses. Por la Paz de Frankfurt, Francia cede al Imperio Alemán Alsacia y Lorena, y se compromete a pagar una indemnización de 5.000 millones de francos oro. Con la derrota, se hunde el Segundo Imperio Francés. Con la victoria, Prusia convierte a la constelación de estados alemanes en una unidad política. La Paz de Frankfurt suponía el establecimiento de la supremacía alemana en el continente.


Fases de la unificación alemana


La unificación alemana,
subido por Tic Badajoz a https://www.youtube.com

 LOS BALCANES Y LA CUESTIÓN DE ORIENTE 

Recibe el nombre de "Cuestión de Oriente" uno de los más graves problemas de política internacional, provocado al comparecer las grandes potencias en el espacio del Imperio Turco y suscitarse conflictos de intereses entre ellas. El problema de los Balcanes se produjo fundamentalmente por dos factores: la decadencia del Imperio Turco y el creci­miento paralelo de las ambiciones orientales de dos de las grandes potencias del momento, el Imperio Austro-Húngaro y Rusia, igualmente interesadas en la desaparición del Imperio Turco en provecho propio, y hos­tiles a la penetración de otra gran potencia en la zona, como era el caso de Gran Bre­taña.


La Cuestión de Oriente en el último cuarto del siglo XIX

Los Habsburgo austriacos pretendían adueñarse de la navegación por el Danubio hasta su desembocadura; por otra parte, ante el peligro de que los eslavos establecidos en su Imperio se sublevasen, siguiendo el ejemplo de los eslavos sometidos al Imperio Turco que aspiraban a su independencia, proyectaron someter a éstos últimos a su auto­ridad.

Estas ambiciones se oponían a las de Rusia, que deseaba asegurar a su comercio y a su marina, encerrada en el mar Negro, una salida al Mediterráneo mediante la conquista de los estrechos (Bósforo y Dardanelos), o, por lo menos, colocando al Imperio Turco bajo su tutela y haciéndose reconocer el título de protectores de los eslavos.

En cuanto a Gran Bretaña, trataba de mantener su hegemonía en el Mediterráneo en con­tra de Rusia.

Así, las ambiciones contrapuestas de estas tres potencias contribuyeron a la supervi­vencia del Imperio Turco hasta 1920 y, como contrapartida, al mantenimiento de una si­tuación peligrosa que originó numerosos conflictos.

Ya a principios del siglo XIX, Montenegro consigue su independencia, Serbia su autonomía (1814) y Grecia su independencia (1828-30). Pero se trataba de estados incompletos que reivindicaban poblaciones hermanas que habían quedado bajo el yugo turco. Las grandes potencias se oponían a estas reivindicaciones, pues preferían mantener intacto al débil Imperio Turco antes que arriesgarse a sostener revoluciones.

Batalla de Navarino (Independencia de Grecia), de Ambroise-Louis Garneray (1827)
Fuente: Wikimedia Commons
En 1854-55 Francia y Gran Bretaña participaron en la guerra de Crimea para detener la expansión rusa, que amenazaba con el hundimiento definitivo del Imperio Turco. Rusia perderá esta guerra debido a su inferioridad militar por su insuficiente industriali­zación. Aunque Turquía perderá el control sobre algunos territorios, conseguirá sobrevi­vir gracias a la ayuda de Inglaterra y Francia.

Pero la decadencia del Imperio Turco se acentuaba. En 1867, los principados de Moldavia y Valaquia se unían formando Rumania, proclamada como reino bajo el mandato de Carol I. En 1876, la sublevación búlgara llevó a la guerra ruso-turca. Ésta terminó con victoria rusa y con el Tratado de San Estéfano (o San Stéfano) de 1878 que enunciaba la creación del Principado autónomo de Bulgaria y reconocía la independencia de Serbia, Montenegro y Rumanía; al tiempo que consagraba la preponderancia rusa en la zona.

Sin embargo, el Imperio Turco sería salvado de nuevo por las grandes potencias. Inglaterra y Austria-Hungría se oponen al Tratado de San Estéfano, ya que confirmaba el poderío ruso en la zona y hacía temer que los nuevos estados se convirtieran en satélites rusos, por lo que rechazan los acuerdos. Esto llevó al Tratado de Berlín, firmado cuatro meses más tarde, que reduce las anexiones rusas y los logros búlgaros, limitando así el desmembramien­to del Imperio Turco. No obstante, Serbia, Rumania y Montenegro terminaron engrandecidos, y se creó un principado de Bulgaria, que en 1885 absorbió a Rumelia, surgiendo la Gran Bulgaria.

El tratado de Berlín, de Anton von Werner (1881)
En el centro destaca el acuerdo del conde Shuvalov (consejero del Zar) y Bismarck (junto a Gyula Andrassy, ministro de relaciones exteriores austro-húngaro)
Fuente: Wikimedia Commons
Después de todos estos conflictos la situación en los Balcanes a fines del s. XIX es la siguiente:

  • Debilitamiento definitivo y reducción territorial del Imperio Turco.
  • Influencia rusa en la zona oriental cuya cuña de penetración es una Bulgaria engran­decida.
  • Influencia austríaca en la zona occidental, cuya cuña de penetración es Bosnia-Herzegovina.
Cuando, ya en el siglo XX, Austria y Rusia pretendan aumentar sus zonas de influencia, y prenda la llama de un nacionalismo no satisfecho en la zona, el conflicto balcánico se reencenderá y llevará a Europa a la Gran Guerra de 1914.