miércoles, 15 de enero de 2014

El Movimiento Obrero: ciclos económicos, nuevos métodos de trabajo, anarquismo y socialismo utópico

En la segunda mitad  del siglo XIX, el sistema económico se afianza gracias al éxito de la Revolución Industrial. Como resultado, el capitalismo asienta sus bases y el proceso industrial da un nuevo salto cualitativo. Se trata de un proceso de amplio alcance que influye sobre la sociedad de forma decisiva. Las nuevas y mejoradas técnicas de producción, las nuevas industrias y la industrialización de nuevos países pintarán un nuevo escenario sobre el que actuará la sociedad del nuevo siglo. Como respuesta a dichos procesos los trabajadores tomarán conciencia de clase y unirán sus fuerzas en la búsqueda de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida. Este Movimiento Obrero partirá de posiciones elementales como la lucha contra la máquina a otras más estructuradas y organizadas, como el cartismo y el sindicalismo, para acabar desarrollando movimientos con una importante base intelectual y doctrinal.

Enlaces relacionados:
La Revolución Industrial.
- Consecuencias de la Revolución Industrial.
- La Segunda Revolución Industrial y el desarrollo capitalista.
- El Movimiento Obrero: el marxismo y la Primera y Segunda Internacionales.




 LAS CRISIS Y LOS CICLOS DEL CAPITALISMO 

El desarrollo del capitalismo industrial está acompañado de una gran inestabilidad, y a periodos de prosperidad suceden otros de depresión y paro. Los economistas se han esforzado por medir estas oscilaciones y por encontrarles alguna explicación. Así, por ejemplo:

Línea de montaje de Ford (1913)
Fuente: Wikimedia Commons
  • El economista francés Juglar midió períodos de unos 8 años, denominados "ciclos ma­yores", en los que a una fase de expansión sucede otra de liquidación de los fenómenos que la habían provocado.
  • El norteamericano Kitchin estableció oscilaciones de 3’5 años, llamadas "ciclos me­nores".
  • El ruso Kondratieff, en cambio, ha señalado oleadas de unos 50 años que comprenden una fase de alza y otra de baja, denominadas en conjunto, "ciclo largo".
Ciclos Kondratieff en los siglos XIX y XX
El economista americano Schumpeter, apoyándose en los ciclos Kondratieff, ha señalado una fase económica que correspondería a la primera revolución industrial y al vapor (1789-1848), una segun­da apoyada en el ferrocarril y el acero (1843-1896) y una tercera en el automóvil, la electricidad y las industrias químicas (a partir de 1896).

Schumpeter ha estudiado también los ciclos Juglar, advirtiendo que, en ellos, la fase de expansión y la de depresión se encuentran separadas siempre por una crisis. Se entiende por crisis económica el punto de una economía en que el sistema interrumpe su funcio­namiento y se producen trastornos importantes. En el ciclo económico, la crisis es el punto superior de inversión que señala el paso de la expansión a la depresión.


La crisis puede ser de dos tipos:

-   Crisis de tipo antiguo: son crisis propias de una economía esencialmente agrícola. Estas crisis se daban fundamentalmente antes de la revolución industrial a causa de malas cosechas, guerras o aumento de la población, siendo, por tanto, crisis de subsistencia o de escasez de producción. No tienen un carácter cíclico.
-   Crisis de tipo moderno: son propias de una economía industrial en la que priman los factores financieros y productivos. Se deben a la superproducción y tienen un carácter cíclico.

La integración internacional, con la industrialización, el patrón oro, la creación de una red mundial de transporte, etc., tiende a provocar la coincidencia de las crisis en todos los países industriales a un tiempo. Es decir, son crisis mundiales. En el si­glo XIX se han señalado varias crisis mundiales como las de los años 1825, 1836, 1847, 1857, 1866, 1873, 1882 y 1890.

 LOS MÉTODOS DE TRABAJO A FINALES DEL XIX 

El desarrollo de un nuevo sistema empresarial y de nuevos procesos productivos hicieron patente la necesidad de crear nuevos modelos en lo que a la organización del trabajo se refiere. Estos nuevos métodos de trabajo multiplicaron la eficiencia del trabajo obrero convirtiendo en obsoleta la producción artesana y de la Primera Revolución Industrial.

Los modelos más destacados son:

1.    El taylorismo: Busca la planificación científica del proceso productivo mediante la división de las diferentes fases del mismo. La nomenclatura hace referencia a Frederick Winslow Taylor que, ya en 1911, explicaba sus teorías sobre los métodos de trabajo más eficientes en su obra: "The Principles of Scientific Management".


Maquinista de la empresa Tabor, donde se aplicaron las ideas tayloristas (1905)
Fuente: Wikimedia Commons 

La meta debía ser aumentar la productividad evitando el control que sobre los tiempos de producción podía tener el obrero. Para ello, las tareas debían realizarse con el menor esfuerzo y en el menor tiempo posible eliminando pasos innecesarios y logrando así reducir los costes de fabricación. El obrero debía encontrarse aislado y disponiendo de los elementos que manipula de forma fácil. Establece una distinción entre el trabajo intelectual y el manual que deben estar separados y no recaer sobre un mismo operario. Así, el intelectual se encarga de organizar, dirigir y supervisar el trabajo que lleva a cabo el operario manual. En este sistema, el cronómetro juega un importante papel pues se intenta controlar las posibles pérdidas de tiempo.

2.    El fordismo: hace referencia al trabajo en cadena que se llevaba a la práctica en las fábricas de automóviles de Henry Ford desde principios del siglo XX. Implicaba una organización del trabajo altamente especializada. Su base descansaba sobre la llamada cadena de montaje o línea de ensamblado que organiza la producción delegando en cada trabajador una función determinada y especializada (aumento de la división del trabajo). El objetivo final era la obtención de un producto accesible al salario promedio, superando así la capacidad de consumo de la gran élite burguesa.

Los nuevos métodos de producción trajeron, no obstante, desajustes sociales de gran importancia debido a la existencia de un espacio de trabajo alienante y deshumanizado.

Taylorismo y fordismo, 
subido por ramperal a https://www.youtube.com

 EL ANARQUISMO 

El anarquismo, que supone un rechazo absoluto del proceso de industrialización y pa­rece mirar con nostalgia hacia un mundo agrario de pequeñas células de población, es un movimiento de escasa coherencia doctrinal. Centrando sus actividades en un sindicalismo puro, apartado de la vida política, el anarquismo  constituye un intento original, de enorme influencia en algunos países y momentos, y distinguible de otros sindi­calismos que se orientaron hacia la política.

Entre sus pensadores se han destacado al inglés William Godwin, al alemán Max Stirner, al francés Proudhon y al ruso Bakunin, pero no deben ser olvidados intelectuales como Tolstoi, Eliseo Reclus y Kropotkin. Pero sin duda la figura más destacada es Bakunin.

Pierre-Joseph Proudhon y sus hijos, por Gustave Courbet (1865)
Fuente: Wikimedia Commons

En la obra de los escritores anarquistas encontramos una vertiente moral en la que se exalta la libertad del individuo; se formula un ateísmo radical, que rechaza a la Iglesia como institución pero admite en la sociedad la pluralidad de cultos; y se ensalza como instrumento del cambio social la educación popular.

Desde el punto de vista político, tres ideas destacan en el pensamiento de Bakunin: la eliminación del Estado, instrumento siempre represivo; la desaparición de los ejércitos, innecesarios al desaparecer los Estados; y la creencia en la revolución cam­pesina hecha desde abajo, por las masas. Su sociedad nueva, sin Estado, sin poderes institucionales se montará sobre comunas autónomas, pequeñas células en régimen de autogestión que elegirán por sufragio universal de hombres y mujeres a sus autoridades y que podrán federarse o separarse libremente de otras células similares. Dentro de estas comunas, la propiedad será colectiva. El ideal del anarquismo parece ser una sociedad de hombres enteramente libres, que no obedecen más que a su razón.

Mijaíl Bakunin, por Gaspard-Félix Tournachon (1860 aprox.)
Fuente: Wikimedia Commons

Al llamado anarco-colectivismo de Bakunin, que supone la colectivización de los instrumentos de trabajo pero no de los frutos, sucede el anarco-comunismo de Kropotkin, Reclus o Brousse, que predican la necesidad de colectivizar no sólo los instrumentos sino también los productos. Las diferencias son todavía más acusadas en cuanto a los métodos de la revolución, que van desde los que prefieren pasos paulatinos y pacíficos, hasta los que defienden el terrorismo, al que llaman "propaganda del hecho".


Podemos resumir algunos principios básicos del anarquismo en:

1.    Libertad del hombre en sociedad, no entendida de forma individual.
2.    Libertad e igualdad para los dos sexos.
3.    Educación popular.
4.  Rechazo de todo poder establecido, especialmente el Estado y la Iglesia como institución. La causa de este rechazo estriba en la máxima: «Todo poder corrompe» ya que la autoridad supone el dominio de un hombre sobre el resto. Al imponer dicha autoridad, se elimina la libertad del individuo gobernado. Por ello, hay que eliminar cualquier tipo de poder.
5.   Se manifiesta en contra de la propiedad privada de los medios de producción. Estos deben ser socializados aunque algunos pensadores admiten cierta privatización de los frutos obtenidos.
6.     En contra de los votos irrevocables, como el sacerdocio o el matrimonio, ya que al ser para toda la vida eliminan parte de la libertad humana.
7.   Para alcanzar todas estas transformaciones es necesaria una revolución de las masas campesinas contra el poder establecido. Tras ella se creará una sociedad anarquista en torno a comunas autogestionadas, autosuficientes y básicamente agrarias.
8.   La actuación política debe reducirse a la propaganda. En este aspecto, hay grandes diferencias entre los que defienden una vía pacífica y los defensores del terrorismo. A fines de siglo, se producen una serie de atentados anarquistas a personajes importantes de todo el mundo (Alejandro II de Rusia, Humberto I de Italia, Isabel de Austria o Cánovas del Castillo)

 EL SOCIALISMO UTÓPICO 

A diferencia de Inglaterra, más industrializada, Francia, con un proletariado menos numeroso pero con una intelectualidad más sensible a las ideas políticas, proporciona a los movimientos sociales una serie de pensadores que reflexionaron sobre las contradicciones de la industrialización y formularon soluciones ideales, o incluso intentaron experiencias de creación de nuevos tipos de sociedad. A estos pensadores se les llama socialistas utópicos, destacando Saint-Simon, Fourier, Louis Blanc, Cabet, Blanqui...

Esquema sobre las relaciones entre el socialismo utópico y el Movimiento Obrero

No existen demasiados elementos comunes entre ellos. En general, prefieren evolución a la revolución y los medios pacíficos a los violentos. Frente a la hostilidad de clases predican la concordia. No centran el cambio social en la capacidad revo­lucionaria del proletariado, sino en el convencimiento progresivo y la aceptación por la burguesía de una necesidad de cambio. Parecen prestar más atención a los proyectos que a los medios por los cuales pueden llegar a realizarse.


Entre los modelos de nueva sociedad que intentaron construir los utópicos, destacan los falansterios de Fourier, pequeñas poblaciones de 1600 personas, entre las que se distribuyen las funciones alternativamente. Subsisten en ellos la propiedad privada y el derecho de herencia, pero son comunes los instrumentos básicos de producción. En Francia, EE.UU., Inglaterra y Rusia llegan a  organizarse falansterios pero la mayoría fracasaron.

Cabet publica su «Viaje a Icaria», en el que describe otro modelo utópico. Su socie­dad es más revolucionaria que el falansterio, reguladas las instituciones por sufra­gio universal y con un sistema de propiedad privada.

Los talleres sociales propugnados por Louis Blanc fueron una nota distintiva de la revolución francesa de 1848, pero desaparecieron en pocas semanas.

Esquema sobre el socialismo utópico