lunes, 16 de diciembre de 2013

La unificación alemana y los Balcanes y la Cuestión de Oriente

La oleada liberal vivida por la Europa de la primera mitad del XIX transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores. Éstos se ven obligados a pensar en su futuro como grupo, estado o nación, algo inédito hasta ese momento. Muchos de ellos no están de acuerdo con la reordenación del mapa europeo creado por el Congreso de Viena. De esta forma, la causa de las nacionalidades va tomando forma hasta desembocar en los procesos que darán lugar a un mundo más próximo al que conocemos. 
Paralelamente, en los Balcanes, la debilidad del Imperio Otomano, las ansias expansionistas de las potentes naciones europeas y los deseos nacionalistas balcánicos entrarán en conflicto convirtiendo la zona en un foco de permanente inestabilidad. Esta será una pesada carga que arrastrará la zona hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial.

Enlaces relacionados:
La Restauración europea y el Congreso de Viena.
Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
- El nacionalismo y la unificación italiana.
- La Paz Armada: Los Sistemas Bismarkianos.


 LA UNIFICACIÓN ALEMANA 

Del Congreso de Viena, Alemania había salido dividida en 39 estados, de los cuales, Austria y Prusia aparecen como los más poderosos. En este mosaico germano, una Dieta federal, presidida por el emperador austríaco, es el único órgano comunitario.

Sin embargo, existía más allá de este único nexo de unión política, un mundo germánico con su lengua y civilización, que había sido formulado a principios de siglo por Fichte en sus "Discursos a la nación alemana". Desde entonces, no se dejó de pensar en esta idea nacional. Filósofos como Hegel se es­fuerzan por encontrar argumentos para la unidad; historiadores como Ranke buscan en el pasado recuerdos que fundamenten un futuro unitario; poetas e incluso músicos como Wagner exaltan las excelencias de la patria alemana; en las universidades, profeso­res y estudiantes hablan de una Alemania unida.


Proclamación de Guillermo I como emperador de Alemania, de Anton von Werner (1885)
Fuente: Wikimedia Commons

Todos los intentos de unidad que los nacionalistas realizan antes de 1850 se ven aborta­dos por una Austria a la que le interesa más una Alemania fraccionada, ya  que así podía dominar el área germana máscilmente.

A mediados de siglo se produce un cambio de coyuntura que va a hacer posible la uni­dad: se produce un poderoso desarrollo económico. En 1834, atendiendo a los deseos de la burguesía comercial de las regiones del Norte, se crea el Zollverein o unión aduanera. Esta primera forma de mercado común agrupaba a todos los estados alemanes, excepto a Austria. Además se construye una red de ferrocarriles que, junto al Zollverein, facili­ta el comercio y reactivan la industria. Como consecuencia de este enriquecimiento surge una nueva clase, la burguesía capitalista e intelectual, que aspira a la unifica­ción del país en un solo Estado.

Con relación a los límites de la nueva nación, había dos proyectos: por un lado, el de la Gran Ale­mania que englobaría a todos los estados alemanes y al Imperio Austro-Húngaro en su totalidad, y por otro, el de la Pequeña Alemania, que sólo abarcaría las regiones alemanas. La mayoría se inclinaría por una Pequeña Alemania, sin Austria, que era el plan de Bismarck, hombre clave del proceso de unificación.


Límites del Zollverein (1834) y del futuro imperio alemán (1871)

Los grandes protagonistas del momento serán: al norte, Guillermo I Hohenzollern, monarca prusiano, y su canciller Otto von Bismarck; y al sur, el emperador austriaco Francisco José I de Habsburgo y su canciller Klemens von Metternich. Las posiciones de ambos grupos se verán contrapuestas en más de una ocasión, pues buscan la Alemania que mejor sirva a sus intereses. En el camino que conduce a la unidad de la nación alemana pueden distinguirse tres etapas clave:

1.   La Guerra de los Ducados: los ducados del sur de Dinamarca (Schleswig, Holstein y Lauenburgo) eran de población alemana, pero estaban gobernados por príncipes daneses desde 1815. Al morir, en 1863, el rey danés sin descendencia masculina, debían pasar a príncipes alemanes según la ley de los ducados y a Dinamarca según la ley danesa. Bismarck aprovecha la ocasión para plantear el problema, pero como la incorporación de estos ducados a Alemania supondría una cuestión peligrosa internacionalmente porque implicaría alterar el estatuto territorial del Congreso de Viena, decide involucrar a Austria. El ejér­cito austro-prusiano los conquista y se los reparten: Holstein para Austria, y Schleswig y Lauenburgo para Prusia.

Batalla de Dybbol, por Jorgen Valentin Sonne (1871)
Fuente: Wikimedia Commons
2.   La guerra austro-prusiana de 1866: a pesar de su unión durante la Guerra de los Ducados, la rivalidad austro - prusiana se acentúa. La propaganda nacionalista prusiana no puede ser compartida por Austria, que toda­vía sueña con impedir la unificación. Por otra parte, la propuesta prusiana de establecer un Parlamento alemán elegido por sufragio universal es otro paso que Austria no puede compartir, con su régimen imperial y aristocrático.

Ante la inminencia del enfrentamiento, la política de Bismarck se dirige a aislar a Austria internacionalmente, consiguiendo el apoyo ruso, francés e italiano. La guerra fue muy corta; en apenas 15 días, Prusia vence en Sadowa. Por el Tratado de Praga se acuerda la exclusión de Austria de la futura Alemania, la supresión de la Confederación Germá­nica y la libertad para que Prusia organice los Estados del Norte, formando la Confede­ración de Alemania del Norte. Sólo quedan los Estados católicos del Sur, y Bismarck piensa que el único medio para incorporarlos es encontrar una causa común que les una para luchar.

Combate entre las caballerías austriaca y prusiana en la batalla de Sadowa,
de Alexander Ritter von Bensa
Fuente: Wikimedia Commons

3.   La guerra franco-prusiana de 1870: una nueva guerra, ahora contra Francia, permite la consumación de la unidad. La candidatura Hohenzollern al trono español es el pretex­to. Ante la protesta francesa, que está dispuesta a impedir que un alemán acune el trono de España, el monarca prusiano retira la candidatura Hohenzollern, pero los franceses cometen el error diplomático de insistir en que el rey de Prusia garantice que jamás apoyará una candidatura semejante. La negativa de Guillermo I es cortés, pero Bismarck redactó para la prensa un resumen tendencioso y humillante para Francia, que se conoce con el nombre de "telegrama de Ems”. A este insulto, Francia responde con la declaración de guerra.

La superioridad prusiana es total: mayor rapidez, más ferrocarriles, más hombres en el frente, más artillería. En Sedán y Metz quedan destrozados los ejércitos franceses. Por la Paz de Frankfurt, Francia cede al Imperio Alemán Alsacia y Lorena, y se compromete a pagar una indemnización de 5.000 millones de francos oro. Con la derrota, se hunde el Segundo Imperio Francés. Con la victoria, Prusia convierte a la constelación de estados alemanes en una unidad política. La Paz de Frankfurt suponía el establecimiento de la supremacía alemana en el continente.


Fases de la unificación alemana


La unificación alemana,
subido por Tic Badajoz a https://www.youtube.com

 LOS BALCANES Y LA CUESTIÓN DE ORIENTE 

Recibe el nombre de "Cuestión de Oriente" uno de los más graves problemas de política internacional, provocado al comparecer las grandes potencias en el espacio del Imperio Turco y suscitarse conflictos de intereses entre ellas. El problema de los Balcanes se produjo fundamentalmente por dos factores: la decadencia del Imperio Turco y el creci­miento paralelo de las ambiciones orientales de dos de las grandes potencias del momento, el Imperio Austro-Húngaro y Rusia, igualmente interesadas en la desaparición del Imperio Turco en provecho propio, y hos­tiles a la penetración de otra gran potencia en la zona, como era el caso de Gran Bre­taña.


La Cuestión de Oriente en el último cuarto del siglo XIX

Los Habsburgo austriacos pretendían adueñarse de la navegación por el Danubio hasta su desembocadura; por otra parte, ante el peligro de que los eslavos establecidos en su Imperio se sublevasen, siguiendo el ejemplo de los eslavos sometidos al Imperio Turco que aspiraban a su independencia, proyectaron someter a éstos últimos a su auto­ridad.

Estas ambiciones se oponían a las de Rusia, que deseaba asegurar a su comercio y a su marina, encerrada en el mar Negro, una salida al Mediterráneo mediante la conquista de los estrechos (Bósforo y Dardanelos), o, por lo menos, colocando al Imperio Turco bajo su tutela y haciéndose reconocer el título de protectores de los eslavos.

En cuanto a Gran Bretaña, trataba de mantener su hegemonía en el Mediterráneo en con­tra de Rusia.

Así, las ambiciones contrapuestas de estas tres potencias contribuyeron a la supervi­vencia del Imperio Turco hasta 1920 y, como contrapartida, al mantenimiento de una si­tuación peligrosa que originó numerosos conflictos.

Ya a principios del siglo XIX, Montenegro consigue su independencia, Serbia su autonomía (1814) y Grecia su independencia (1828-30). Pero se trataba de estados incompletos que reivindicaban poblaciones hermanas que habían quedado bajo el yugo turco. Las grandes potencias se oponían a estas reivindicaciones, pues preferían mantener intacto al débil Imperio Turco antes que arriesgarse a sostener revoluciones.

Batalla de Navarino (Independencia de Grecia), de Ambroise-Louis Garneray (1827)
Fuente: Wikimedia Commons
En 1854-55 Francia y Gran Bretaña participaron en la guerra de Crimea para detener la expansión rusa, que amenazaba con el hundimiento definitivo del Imperio Turco. Rusia perderá esta guerra debido a su inferioridad militar por su insuficiente industriali­zación. Aunque Turquía perderá el control sobre algunos territorios, conseguirá sobrevi­vir gracias a la ayuda de Inglaterra y Francia.

Pero la decadencia del Imperio Turco se acentuaba. En 1867, los principados de Moldavia y Valaquia se unían formando Rumania, proclamada como reino bajo el mandato de Carol I. En 1876, la sublevación búlgara llevó a la guerra ruso-turca. Ésta terminó con victoria rusa y con el Tratado de San Estéfano (o San Stéfano) de 1878 que enunciaba la creación del Principado autónomo de Bulgaria y reconocía la independencia de Serbia, Montenegro y Rumanía; al tiempo que consagraba la preponderancia rusa en la zona.

Sin embargo, el Imperio Turco sería salvado de nuevo por las grandes potencias. Inglaterra y Austria-Hungría se oponen al Tratado de San Estéfano, ya que confirmaba el poderío ruso en la zona y hacía temer que los nuevos estados se convirtieran en satélites rusos, por lo que rechazan los acuerdos. Esto llevó al Tratado de Berlín, firmado cuatro meses más tarde, que reduce las anexiones rusas y los logros búlgaros, limitando así el desmembramien­to del Imperio Turco. No obstante, Serbia, Rumania y Montenegro terminaron engrandecidos, y se creó un principado de Bulgaria, que en 1885 absorbió a Rumelia, surgiendo la Gran Bulgaria.

El tratado de Berlín, de Anton von Werner (1881)
En el centro destaca el acuerdo del conde Shuvalov (consejero del Zar) y Bismarck (junto a Gyula Andrassy, ministro de relaciones exteriores austro-húngaro)
Fuente: Wikimedia Commons
Después de todos estos conflictos la situación en los Balcanes a fines del s. XIX es la siguiente:

  • Debilitamiento definitivo y reducción territorial del Imperio Turco.
  • Influencia rusa en la zona oriental cuya cuña de penetración es una Bulgaria engran­decida.
  • Influencia austríaca en la zona occidental, cuya cuña de penetración es Bosnia-Herzegovina.
Cuando, ya en el siglo XX, Austria y Rusia pretendan aumentar sus zonas de influencia, y prenda la llama de un nacionalismo no satisfecho en la zona, el conflicto balcánico se reencenderá y llevará a Europa a la Gran Guerra de 1914.